EL AÑO DEL PAPAGAYO – Crónicas de Gardeazábal

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Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

Este año 2025, cuando publiqué “El papagayo tocaba violín”, nunca pensé que iba a tener la acogida y el respaldo de tantos lectores, y que iba a ser en este calendario que termina cuando, después de 54 años, mis Cóndores irían a sentirse picoteados por un parlanchín. Pero como fue el año en que completé 80 octubres y me sentía tan vital para seguir dándole a este oficio, tampoco se me ocurrió que iba a volver al quirófano y menos que iba a pasar —y sigo pasando aún— ratos amargos.

Emocionado, quizás porque bullía de interés por las advertencias o barrabasadas que emitía Avi Loeb desde Harvard, y que religiosamente le leo en su cuenta de Medium, a la que me suscribí hace rato, he llenado mis tanques de optimismo esperanzado de que ni los años ni las maluquerías continuadas me podrán impedir que, en algún día de lo que me resta de vida, pueda enterarme de que por fin llegaron los extraterrestres.

Pero lo que sí me afectó y me puso frente a la dura realidad fue la crisis de los periódicos y, sobre todo, el desmoronamiento de la vieja costumbre de leer impresos. Primero fue El Espectador, que se volvió un periódico de los domingos y nos advirtió a sus suscriptores que esa edición semanal tampoco nos la podrían seguir mandando a Tuluá. Un poquito después, El País de Cali adoptó la misma medida, y el placer de tener un diario en las manos y repasarlo se me esfumó sin contemplación.

Esta semana, para completar este Año del Papagayo, el semanario tulueño El Tabloide, que nos ha abierto sus páginas desde hace 50 años, nos anunció a sus columnistas y lectores que tampoco volverá a circular impreso. Es la crisis del papel, el tsunami de los algoritmos o la desaparición de la información constatable sobre la cual seguíamos creyendo que se levantaba la libertad de información. Como sea y como la llamen, es el comienzo del final de una era durante la cual nos hicimos tantos como periodistas.

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