En un encuentro cargado de emoción y profundidad, Papa León XIV —reciente sucesor de la sede apostólica— dirigió su voz a cientos de jóvenes universitarios reunidos en el Aula Pablo VI del Vaticano, dentro del marco del Jubileo de la Educación. En su alocución, el Pontífice instó a la nueva generación a cultivar “la dimensión espiritual” y a no permitir que la tecnología o los algoritmos determinen su pensamiento o su historia.
El Papa planteó que tener un sólido conocimiento científico o técnico no es suficiente si no se sabe quién se es y cuál es el sentido de la vida. “No basta con tener un gran conocimiento científico, si luego no sabemos quiénes somos y cuál es el sentido de la vida”, advirtió, señalando que sin “silencio, sin escucha, sin oración, incluso las estrellas se apagan”. De este modo, subrayó la urgencia de redescubrir la interioridad frente al bullicio externo.
Dirigiéndose directamente a los retos de la era digital, advirtió: “Ustedes viven en ella, y eso no es malo, hay enormes oportunidades de estudio y comunicación. ¡Pero no dejen que sea el algoritmo el que escriba su historia! Sean ustedes los autores: utilicen la tecnología con sabiduría, pero no dejen que la tecnología los utilice a ustedes”. En este pasaje del discurso emerge una clara invitación a que los jóvenes actúen con libertad, discernimiento y responsabilidad en un mundo marcado por la digitalización.
El Santo Padre también expresó su preocupación por la sensación de desorientación y vacío interior que experimentan muchos jóvenes: “Esa sensación que no les deja en paz”, dijo, atribuyéndola no solo a causas individuales, sino a una sociedad centrada únicamente en lo técnico, social o moral, sin atender la dimensión espiritual. Advirtió además sobre casos de malestar, violencia, acoso, opresión o aislamiento juvenil, reflejo de heridas profundas generadas por la falta de una educación integral.
Con tono pastoral y cercano, recordó su pasado como “ex profesor de matemáticas y física” y bromeó con los estudiantes al preguntarles: “¿Quizás tenéis examen de matemática pronto?”, provocando risas y acercando su palabra al entorno juvenil. A continuación los animó a mirar “hacia lo alto”, ser “faro de esperanza en las horas oscuras de la historia” y no quedarse en lo pasajero: “una existencia que se queda ‘sólo en lo pasajero nunca nos satisface’”.
En su llamado a trascender lo inmediato, les pidió pronunciar en su corazón: “Sueño más, Señor, quiero más, inspírame tú”. Aludió al deseo de infinito como brújula de los jóvenes que “proyectan una sociedad mejor, de la que no aceptan ser meros espectadores”. De igual modo, los instó a no conformarse con las apariencias, a que “en vez de mirar el teléfono, miren al cielo”.
El Pontífice presentó como modelos de vida a San Pier Giorgio Frassati — “que tuvo la audacia de vivir en plenitud” — y a San Carlo Acutis — “que no se convirtió en esclavo de la red, sino que la utilizó con habilidad para el bien”. Ambos santos jóvenes fueron canonizados recientemente, y su ejemplo sirvió para ilustrar la vocación de trascendencia en la era digital. Asimismo, citó a San Agustín como ejemplo: “un chico brillante, pero profundamente insatisfecho”, que pudo encontrar “ni la verdad ni la paz” hasta que descubrió a Dios en su corazón.
Otro eje central de su mensaje fue la educación para la paz. El Papa instó a una “educación desarmada y desarmante” que forme en el respeto, la justicia y la igualdad. “No basta con silenciar las armas, es necesario desarmar los corazones, renunciando a toda violencia y vulgaridad”, afirmó, recordando que el futuro de la humanidad está amenazado por la guerra y el odio, y que sólo una formación arraigada en la dignidad puede cambiar ese rumbo.
El Papa también denunció la división educativa que deja a muchos jóvenes sin acceso a escuelas de calidad, cuando unas pocas élites sí acceden a centros costosos. “Debemos reconocer la misma dignidad de cada chico y chica”, subrayó, pidiendo un sistema que no haga distinciones de privilegio. En este sentido, ratificó su llamado a una educación que forme “a la persona humana integralmente”.
En síntesis, el Papa León XIV entregó un exhorto urgente: que los jóvenes tomen las riendas de su propia historia, no se dejen definir por algoritmos o pantallas, y cultiven el corazón, el silencio y la interioridad como fundamentos de libertad auténtica. En una era marcada por lo digital y la tecnocracia, su voz se alzó como un recordatorio de que lo que define al ser humano no lo escribe un programa, sino la libertad que brota del propio espíritu.














