La Selección Colombia confirmó su paso al Mundial de Fútbol 2026 con una contundente victoria 6-3 sobre Venezuela en Maturín, asegurando su presencia en la cita tricolor por séptima vez, tras participar en 1962, 1990, 1994, 1998, 2014 y 2018.
En medio de la euforia, el ministro del Interior, Armando Benedetti, publicó un video en sus redes sociales en el que afirmó que “con la derecha nunca hemos ido a un Mundial” y que solo los gobiernos de centro o izquierda han acompañado a la selección en esas clasificaciones, mencionando periodos como los de Pastrana, Uribe y Duque como ejemplos de ausencia de éxitos deportivos.
Las declaraciones desataron críticas inmediatas. El periodista deportivo Felipe Zuleta calificó la teoría de Benedetti como “una estupidez en todo sentido”, recordándole al ministro que su administración, en lugar de apoyar el deporte, redujo su presupuesto. Por su parte, el director de Blu Radio, Néstor Morales, calificó sus comentarios como “una insensatez proverbial” sin fundamento alguno. María Consuelo Araújo fue aún más dura al tildar la intervención de Benedetti de ridícula, comparándola con vaticinios supersticiosos. El representante Andrés Forero agregó empeorando el panorama al recordarle que el Gobierno desfinanció al Ministerio del Deporte, limitó los Juegos Panamericanos en Barranquilla y aún así se atribuye la clasificación al Mundial.
El análisis político refleja una tensión entre el logro deportivo y el oportunismo político. La clasificación generó una ola de celebración nacional, pero las declaraciones del ministro polarizaron el mensaje al mezclar deporte con comentarios ideológicos.
El desempeño de la selección representa una destacada marca deportiva para Colombia en su historia futbolística. Sin embargo, vincular esos resultados al espectro político —y en particular atribuirlos exclusivamente a gobiernos de un sector determinado— genera cuestionamientos sobre el rol que debería jugar el Estado: apoyar sin politizar.
Esta controversia también reaviva el debate sobre la financiación y el respaldo institucional al deporte en Colombia. La clasificación debiera celebrarse como un triunfo colectivo de los jugadores, el cuerpo técnico y los futbolistas del país, por encima de identidades partidistas o ideológicas.