¿Quién escucha a los que siempre escuchan? La dura realidad de la depresión, la enfermedad silenciosa

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Por: Aldrin García – Director Totus Noticias

Dicen que la vida está hecha para continuar, que lo importante es seguir adelante con nuestras capacidades, cualidades, talentos y sueños. Sin embargo, cuando la enfermedad silenciosa llamada depresión aparece, todo se convierte en un desafío que pocos logran comprender o no conocen de que se trata o como se vive. No se trata de falta de preparación, ni de ausencia de dones. Es una lucha interna que desbarata y desarma incluso al más fuerte, al más talentoso, al más preparado.

La depresión es un enemigo que no avisa, que se esconde detrás de una sonrisa en reuniones sociales, de un discurso bien pronunciado, de una columna bien escrita o de un logro profesional. Es la sombra que nubla la mente de quienes, desde afuera, parecen tenerlo todo bajo control. Basta mirar a nuestro alrededor para comprobarlo: un J Balvin, por ejemplo, uno de los artistas más influyentes de la música urbana y más importante de Colombia, confesó que vivió un verdadero infierno por la depresión y que incluso pensó en quitarse la vida. Su historia demostró que ni el éxito mundial, ni los estadios llenos, ni los millones de seguidores en redes bastan cuando la mente se siente atrapada.

Y también recordamos a Robin Williams, un genio del humor, un actor que nos hizo reír y llorar en la pantalla grande. Su partida en 2014 fue un golpe que dejó al descubierto una cruel verdad: aquel hombre que parecía tenerlo todo, que iluminaba con su sonrisa y talento, estaba librando en silencio una batalla insoportable contra la depresión y una enfermedad neurológica devastadora. Él, como tantos otros, nos mostró que detrás del brillo público puede habitar una oscuridad que no todos alcanzan a ver, ni a entender.

Pero no hace falta ser famoso para vivirlo. Hoy yo mismo lo vivo. Y doy fe de que es difícil continuar, incluso teniendo muchas capacidades, cualidades, valores, estudios, talentos y metas por cumplir. Es duro levantarse cada mañana con el peso de una mente que no quiere avanzar, con el dolor de sentir que los “amigos” y, en ocasiones, hasta la propia familia, se alejan o no saben cómo acompañar. Duele aún más cuando quienes están cerca reducen el problema a frases como “échale ganas”, «deje de pensar en bobadas, “no piense en eso» o “eso se te pasa”. No es tan simple. La depresión no es flojera ni capricho: es una enfermedad que consume fuerzas y oscurece horizontes, que te destroza mentalmente y a diario.

Continuar en la vida con muchas cualidades pero con el peso de la depresión es como correr una maratón con cadenas en los pies. Puedes tener la preparación, la fuerza y la voluntad, pero cada paso cuesta el doble y hasta el triple. Y cuando miras a tu alrededor esperando una mano, muchas veces encuentras solo silencio o juicios. El dolor se profundiza cuando el talento y las capacidades se vuelven irrelevantes frente a la incomprensión social.

La reflexión es simple y dolorosa: necesitamos aprender a escuchar, a acompañar y a creerle al otro cuando dice “no estoy bien”. La depresión no se cura con consejos fáciles ni con frases de cajón. Requiere acompañamiento, tratamiento, empatía y humanidad. Y, sobre todo, requiere una sociedad que deje de estigmatizar y comience a tender la mano.

Si alguien como J Balvin, que llena estadios, o como Robin Williams, que parecía tener la vida perfecta, confesaron o murieron en medio de esta batalla, ¿qué queda para los profesionales comunes, para los padres y madres de familia, para los jóvenes que en silencio sienten que ya no pueden más?

La enfermedad silenciosa nos recuerda que la vida no es solo productividad ni títulos, es también humanidad, compañía y compasión. Y quizás, el mayor reto que tenemos como sociedad es no darle la espalda a quien, a pesar de sus cualidades, siente que ya no puede más.

¿Quién acompaña a los que siempre acompañan?

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