El pobre que no usa gasolina (según Gustavo Petro)

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Por: Aldrin García Balvin – Director de Totus Noticias

Gustavo Petro volvió a regalarnos otra de sus frases para la historia: “El pobre no usa casi gasolina. El que más usa gasolina es el de las cuatro puertas”.

En la imaginación del presidente, la gasolina es un lujo para el señor de saco y corbata que llega en su camioneta reluciente a la bomba. Una caricatura fácil: el rico pagando caro, y el pobre, feliz, inmune al combustible. Pero la realidad es otra: en Colombia el pobre sí usa gasolina, y mucho. Solo que Petro parece no darse cuenta.

Más del 60% de los vehículos en el país son motos. Y no están parqueadas en clubes sociales, sino en barrios populares. Son el transporte del domiciliario, del obrero y de la mamá o el papa que lleva a los niños al colegio. Todos tanquean varias veces al mes. Decir que “el pobre casi no usa gasolina” es como decir que los colombianos no toman café: absurdo.

La otra parte que olvida el presidente es la más dolorosa: la comida. Los plátanos, la papa, el arroz, el cafe o la leche no solo se transportan a lomo de mula, ni tampoco llegan flotando a la tienda. Los traen jeeps, camionetas y camiones que los pobres con mucho esfuerzo tambien tienen. Cuando sube la gasolina o el diésel, suben los fletes, y cuando suben los fletes, sube el mercado. No hay magia. El golpe no lo siente el rico del BMW o la TOYOTA (4 puertas): lo siente el pobre en el bolsillo.

Ese jeep de cuatro puertas que baja del campo no es un lujo, es la manera en que el campesino logra vender su cosecha. Ese carrito que madruga cargado de yuca, papa no es ostentación: es lo que hace posible que la comida llegue fresca a la ciudad.

Lo más irónico es que en 2021, cuando el exministro Carrasquilla propuso algo parecido, Petro fue el primero en llamar a las calles. Con megáfono en mano gritaba que los impuestos ahogaban al pueblo y apoyaba a la “primera línea” contra la reforma tributaria. Hoy, ya en el poder, presenta la suya con impuestos al combustible y nos dice, con toda frescura, que el pobre ni los usa.

En 2021 Petro incendiaba las calles contra Duque y Carrasquilla; en 2025, pretende que lo aplaudan por la misma jugada. La coherencia, al parecer, también se volvió un lujo.

El discurso oficial suena bonito: “vamos a cobrarle al rico”. Pero la vida real lo desmiente. El domiciliario sigue tanqueando de a 10 mil, el campesino paga más por sacar su cosecha, y la familia compra la papa más cara en la plaza.

Mientras en Palacio insisten en que el pueblo no usa gasolina, basta ir a una bomba un lunes en la mañana: filas de motos, taxis, jeeps y camiones. Esa es la verdadera primera línea: la que paga el impuesto en efectivo cada semana.

El pueblo ya está despertando. Bueno… no todos, algunos siguen ciegos creyendole el cuento. Pero la mayoría ya no se traga la mentira estratégica de Petro: esa de que los impuestos solo golpean a “los oligarcas” o “los de arriba”. La realidad es otra: cada subida de la gasolina, del diésel o de cualquier tributo cae como ladrillo en el bolsillo del que gana el mínimo, no en el del rico que él tanto señala.

Petro podrá repetir que “el pobre no usa gasolina”. Pero cada vez que sube, el recibo lo termina pagando el mismo: el que se mueve en moto, el que depende del jeep del campo, el que hace fila en la tienda con el billete contado.

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