La “articulación” de nuestras Fuerzas Militares con las de Venezuela ni es constitucional ni es patriótica

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Por: Juan José Gómez

Según lo establecido por la Real Academia de la Lengua Española (RAE) son sinónimos o afines de la palabra articular en su acepción 2, los vocablos unir, enlazar, acoplar, juntar, lo cual quiere decir que cuando el señor Petro menciona la posibilidad de “articular” nuestras Fuerzas Militares con las muy mal comprometidas de Venezuela, consciente o inconscientemente no está tomando en cuenta lo que sobre su misión esencial dispone nuestra Constitución Nacional en su Capítulo 7, artículo 217, que establece:

Artículo 217. La Nación tendrá para su defensa unas Fuerzas Militares permanentes constituidas por el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea. Las Fuerzas Militares tendrán como finalidad primordial la defensa de la soberanía, la independencia, la integridad del territorio nacional y del orden constitucional”. (Lo resaltado no es del texto consultado)

El anuncio del señor Petro coincide con la orden impartida por el señor presidente de los Estados Unidos de Norteamérica a su departamento de Defensa, de utilizar el ejército norteamericano para combatir y vencer a la organización de tipo mafioso que para propósitos narcoterroristas ha secuestrado al gobierno legítimo de Venezuela, con claro y demostrado perjuicio para el pueblo norteamericano y las democracias de la región de sufrir gravísimas intoxicaciones por droga controlada

Supone lo anterior que quedó abierta la muy seria posibilidad de que marines de los Estados Unidos y otras denominaciones de soldados de ese país, adelanten una intensa operación de búsqueda y captura de los capos y principales jefes mafiosos en el territorio continental, con énfasis al sur, especialmente en suelo venezolano gobernado tiránicamente por dichos capos, para lo cual posiblemente han obtenido permiso del legítimo y exiliado gobierno de ese país.

Como seguramente los miembros del ejército protector de la organización narcoterrorista intentarán defenderla, los soldados norteamericanos con un armamento superior y de última generación tecnológica combatirán con gran fortaleza y eficacia a tales defensores y si a ellos se ha unido una parte de las Fuerzas Militares colombianas, no solo nuestros compatriotas y sus familias sufrirían profundamente por los dolorosos efectos de una guerra ajena, sino que los colombianos decentes pasaríamos por la insufrible vergüenza de ser aliados del tirano Nicolás Maduro y sus secuaces Cabello, Padrino, etc. etc.

En cuanto a la inconstitucionalidad de la “articulación”, basta considerar que en ninguna parte del texto constitucional ni de la normatividad colombiana se menciona la posibilidad de defender países extranjeros, tal vez con la excepción del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) que ni ha sido invocado ni puede ser honrado en caso de que lo sea, porque lamentablemente en Venezuela no existe un gobierno legítimo, es decir que sea expresión de la voluntad popular, sino todo lo contrario, esto es uno “de facto”, producto de un verdadero robo a mano armada.

Por lo demás, es de considerar que ni la soberanía, ni la independencia, ni la integridad del territorio nacional a que se refiere el citado artículo 217 de la Constitución de Colombia están amenazadas en este preciso caso de búsqueda y captura por parte de militares norteamericanos, de unos jefes mafiosos venezolanos que cometan delitos que afecten la seguridad de las democracias americanas.

Lo que si pudiera llegar a constituirse en una grave amenaza para Colombia es que el día del castigo a los crímenes cometidos por Maduro y sus cómplices, que ha tardado sí, pero que llegará, es que nuestro país haya sido colaborador, defensor, auxiliador o sostenedor de esa gentuza que comenzando con el difunto Chávez y continuando con sus perversos sucesores no solo ha tiranizado por varios años al pueblo venezolano, sino que ha pretendido exportar su revolución tóxica, aprendida de la miserable satrapía cubana, causando daños tan grandes como el que ha sufrido la población que se ha convertido en diáspora venezolana, con todos los terribles padecimientos de millones de inocentes, entre los cuales hay muchos niños que nunca podrán crecer en su propia patria, lo mismo que ancianos que mueren de dolor y de nostalgia en tierra extraña, con el pesar de que sus despojos no podrán yacer junto a los de sus mayores.

En mi opinión de ciudadano y de columnista, el ministro de Defensa y los altos mandos de las Fuerzas Militares colombianas, en el caso de recibir una orden de “articularse” con el ejército venezolano, no podrían obedecerla por ser abiertamente violatoria del orden constitucional y esa sí, contraria a la soberanía y la independencia nacional.

De lo anterior se desprende que aunque es cierto que el presidente tiene el rango de comandante en jefe de la Fuerza Pública, también lo es que antes que a él, los militares y policías deben obediencia, respeto y lealtad a la Constitución Nacional, que por cierto es permanente en su dignidad y autoridad, mientras que el mandatario es transitorio, elegido por un periodo de 4 años sin posibilidad de reelección, sujeto al imperio de la misma Constitución y de la ley y en todo su actuar necesariamente respetuoso de la separación de poderes y de los pesos y contrapesos de la arquitectura constitucional.

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