Hugo Armando Carvajal Barrios, conocido globalmente por su alias ‘El Pollo’, ha decidido romper su silencio desde su reclusión en Estados Unidos con una misiva dirigida al entorno de Donald Trump que expone la estructura criminal presuntamente operada desde el Palacio de Miraflores. El exjefe de la Dirección de Contrainteligencia Militar de Venezuela, quien durante años fue uno de los hombres más poderosos y temidos del chavismo, busca con esta colaboración estratégica no solo reducir su condena, sino entregar la hoja de ruta definitiva que vincula al Estado venezolano con operaciones de narcotráfico a gran escala y desestabilización hemisférica.
En el documento revelado recientemente, Carvajal detalla cómo el tráfico de drogas dejó de ser una actividad de corrupción aislada para convertirse en una política de Estado deliberada, supuestamente sugerida por asesores cubanos a mediados de la década de los 2000. Según su testimonio, el objetivo de esta estrategia, ejecutada a través del denominado Cartel de los Soles, no era únicamente el lucro financiero de la cúpula militar y política, sino utilizar la cocaína como un arma de guerra asimétrica contra la sociedad estadounidense, inundando sus calles para generar una crisis de salud pública y violencia social.
Uno de los puntos más alarmantes de las declaraciones del exgeneral es la supuesta instrumentalización de la banda criminal ‘Tren de Aragua’ como una fuerza de choque internacional. Carvajal asegura que la expansión de este grupo delictivo hacia territorio estadounidense no fue un fenómeno migratorio espontáneo, sino una maniobra orquestada por el régimen para exportar criminalidad, camuflar agentes de inteligencia y sembrar el caos en las principales ciudades norteamericanas, aprovechando la crisis fronteriza para infiltrar operativos leales a Caracas bajo la fachada de solicitantes de asilo.
La información suministrada por ‘El Pollo’ posee un peso jurídico y político devastador debido a su antiguo rol como guardián de los secretos más profundos de la revolución bolivariana. A diferencia de otros desertores, Carvajal documentó meticulosamente durante años las órdenes, las rutas de envío y las conexiones financieras entre el gobierno de Nicolás Maduro y grupos irregulares como las FARC, el ELN y Hezbolá, proporcionando a los fiscales estadounidenses nombres, cuentas y fechas exactas que validan la tesis del «narcoestado» que diversas agencias internacionales han investigado por más de una década.
Expertos en seguridad nacional coinciden en que esta colaboración llega en un momento crítico, justo cuando se redefinen las políticas de presión diplomática y sanciones contra Venezuela. La validación de un testigo directo sobre la participación de la inteligencia cubana en el diseño de estas operaciones criminales podría desencadenar una nueva ola de medidas punitivas no solo contra funcionarios venezolanos, sino también contra sus aliados estratégicos en la región, elevando el costo político de sostener a Maduro en el poder para sus socios internacionales.
El impacto de estas revelaciones trasciende lo judicial y golpea directamente la moral de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, institución de la cual Carvajal fue un pilar fundamental. Al exponer cómo la cúpula militar habría traicionado su juramento constitucional para servir a intereses criminales transnacionales, el exgeneral busca fracturar la lealtad de los mandos medios, enviando el mensaje de que la estructura de poder actual es insostenible y que la colaboración con la justicia internacional es el único camino viable para quienes deseen evitar el destino que hoy enfrenta la antigua cúpula de inteligencia.















