EL PALO DE PAPAYA Y EL GAS

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Por: Federico Senior

En el patio de la casa de Gustavo, un cordobés vecino, había doce palos de papaya, daban como fruto, unos enormes ejemplares, dulces, carnudos, eran el orgullo de su madre; un buen día, Gustavo amaneció con el embeleco, de que como él tenía como función primordial de su vida, la protección del medio ambiente, la sustentación de la vida silvestre, así, henchido el pecho de orgullo propio y sabiéndose «El Salvador de la Humanidad» decidió decirle a su progenitora «Mae, ya no vamos a tomar las papayas de nuestros palos», la vieja le dijo «Ajá y porque esa vaina mijo?», «Mae, porque mi misión en la Tierra, esa de la que yo estoy convencido, es la de salvar la vida en el planeta», la vieja vuelve y dice «Ajá mijo, y que tiene que ver esa vaina con mis papayas», «tú sabes, que yo hago el dulce de papayuela cuando están verdes, y ese es el regalo que le hago a las vecinas y al Padre Hipólito», «Bueno Mae, usted me va a perdonar, pero es que yo tengo que salvar a los pajaritos que picotean las papayas, que de eso viven, «Bueno mijo, replico la vieja, pero esos pajaritos no se van a morir porque yo use mis papayas, ellos encuentran muchos palos más, de otras frutas para vivir», «No Mae, yo no puedo permitir eso», así que de ahora en adelante, le vamos a comprar las papayas, a Doña Coromoto, la venezolana de la tienda de la esquina, para que usted haga sus «caballitos» (dulce de papaya verde) y se los regale a la vecina y al curita Hipólito (Polo le decía todo el mundo al curita, el cual se caracterizaba por vivir de su cháchara, tenía embaucado a más de uno y enredada a más de una), «Bueno mijo, entonces tú me vas a dar el billete para comprarle las papayas a Coromoto, porque yo no tengo presupuesto para eso, «Claro Mae, usted sabe que yo no trabajo, yo solo pienso y hablo pajarilla», así que el de la Casa de Empeño (La de la otra cuadra, esa del letrero «Casa de Empeño Minhacienda» el viejo Bonilla me presta la plata para que usted pueda comprar las papayas, «Pero mijo, y usted se va a empeñar, prestándole a Bonillita una plata, que no se necesitaría, si yo puedo usar las papayas del patio»,  ya emberracado (y de pronto medio peao, olía a puro aguardiente), le gritó a la mamá «Vieja, ya te dije, las papayas se las compramos a la venezolana, y punto, cueste lo que nos cueste» y no se diga más y ahora me voy para Panamá con mi amig@ Encarnación Vergara, que me invitó a pasear por allá, porque por aquí está mal visto ser amigo de las Vergaras…. 

P.D: Bueno, ¿y que tiene que ver toda esta vaina con el Gas?… No sé… cualquier parecido con la realidad es PURA COINCIDENCIA…. Ae pué…

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