Por: Ramón Elejalde Arbeláez
Fui de los que le cogí amor a la lectura, en mi ya lejana adolescencia, devorándome los libros de vaqueros y sus aventuras en el lejano oeste norteamericano, escritas por el español Marcial Lafuente Estefanía. Escritos que por lo demás eran rigurosos en el respeto por los lugares, la geografía y los nombres reales de la región que le sirvió al autor español para publicar más de dos mil seiscientas obras de ese género, literariamente no tenían el mismo rigor, pero me dejaron la disciplina de la lectura.
El sheriff poderoso del viejo oeste ha regresado. Dispone por órdenes ejecutivas de lo humano y lo divino, reforma tratados de libre comercio unilateralmente, anula nacionalidades y expulsa a quienes la pierden, impone aranceles a sus vecinos y a sus socios tradicionales, se retira de tratados que procuran hacer de la tierra un mundo mejor, reclama territorios ajenos, impone aranceles para que le entreguen tierras. Es el policía del mundo y quien ose contradecirlo recibe todo el peso de una de las naciones más poderosas del mundo. “Lolo” era un personaje típico en mi pueblo que cuando le gritaban su nombre, se enfurecía contra todo el mundo, contra todo lo que se moviera. Tal cual.
Con un personaje así, la diplomacia va perdiendo espacios. La razón, los tratados y el interés general de la humanidad, pasan a un segundo plano. Se impone la voluntad del sheriff que todo lo puede, que le son suficientes sus dos pistolas para hacerse obedecer. Es previsible que el sheriff tendrá que aclimatarse o perderá la mano de obra necesaria para la agricultura, la construcción y los oficios varios en su poderosa patria y que además logrará que el mundo se solidarice con los Estados que son víctima de sus señalamientos y “sanciones”, por lo demás injustas y arbitrarias. Con el crecimiento económico de Europa, China y Rusia, el palo no está para cucharas.
Duele ver la reacción de la extrema derecha en Colombia, todos a una, quizás con la excepción del doctor Álvaro Uribe Vélez, quien asumió una actitud ponderada, los demás corrieron a ponerse las rodilleras, para congraciarse con el imperio. Pero además decepcionante la posición de la inmensa mayoría de candidatos presidenciales. Pocos con la altura de estadistas. Casi todos parecían arengando al público de una gallera. No vi al candidato sensato, prudente, atinado, tratando de construir, sino a los “Lolos” furibundos contra Petro o contra el sheriff. Ninguno con talla presidencial. En estas coyunturas se conocen a los verdaderos conductores de las naciones y por lo pronto, no se vieron.