En una ceremonia cargada de simbolismo y emoción en el Ayuntamiento de Oslo, Ana Corina Sosa recibió este 10 de diciembre el Premio Nobel de la Paz 2025 en nombre de su madre, la líder opositora venezolana María Corina Machado. Ante la ausencia física de la galardonada, quien avanza en una travesía de alto riesgo para salir de la clandestinidad y llegar a Noruega, su hija pronunció un discurso que conmovió a la comunidad internacional, centrado en la esperanza del reencuentro familiar y la restitución democrática. La frase «nos volveremos a abrazar» resonó como la promesa central de una nación fracturada por el exilio y la persecución política.
Durante su intervención, Sosa dio lectura a las palabras escritas por Machado, quien definió la paz como «un acto de amor» y aseguró que «Venezuela va a respirar nuevamente». El texto describió un futuro próximo donde las calles del país caribeño se llenarán de alegría, música y libertad, y donde los estudiantes podrán debatir ideas sin miedo. «Todas las alegrías sencillas que el mundo da por sentadas serán nuestras», expresó la joven, transmitiendo la visión de su madre sobre una sociedad que se reconstruye desde el afecto y la justicia tras años de opresión.
El discurso también abordó la dolorosa realidad de la diáspora venezolana. Ana Corina Sosa enfatizó que el premio no es solo un reconocimiento personal, sino un homenaje a los millones de ciudadanos anónimos que han arriesgado sus hogares y vidas. «Estamos volviendo a nosotros mismos, estamos volviendo a casa», afirmó, proyectando la imagen de un regreso masivo de los exiliados y la liberación de los presos políticos, a quienes se refirió como los verdaderos héroes de este camino hacia la libertad.
Momentos de alta tensión emotiva se vivieron cuando Sosa, tras recibir la ovación de pie de los asistentes —entre ellos los presidentes de Argentina y Panamá—, confirmó la inminente llegada de su madre a Oslo. «Mi madre nunca rompe una promesa… en unas horas podremos abrazarla aquí», aseguró, revelando que Machado ha emprendido un viaje complejo tras 16 meses de clandestinidad para reunirse con su familia y recibir el galardón en persona, un acto que desafía el cerco del régimen venezolano.
El evento contó además con la presencia de Corina Parisca, madre de la Nobel, quien desde el Grand Hotel de Oslo envió un mensaje público a su hija: «Te queremos más que nunca, no porque te hayas ganado un premio, sino porque tú eres como eres». Estas palabras, sumadas al discurso oficial, consolidaron la ceremonia no solo como un acto político de denuncia contra el «terrorismo de Estado», sino como una reivindicación de la unidad familiar como núcleo de la resistencia venezolana.















