Por: Aldrin García – Director Totus Noticias
Hoy, que conmemoramos el Día Mundial de la Prevención del Suicidio, no puedo evitar pensar en lo difícil que es iniciar cada mañana con la mente llena de pensamientos que se agolpan sin permiso. Santa Teresa de Jesús llamaba a la mente “la loca de la casa”, porque es capaz de imaginar, exagerar, crear y destruir todo al mismo tiempo. Y cuando esa loca se desborda, el amanecer deja de ser esperanza para convertirse en un peso difícil de cargar.
Muchos creen que levantarse, ducharse y salir a la calle es lo más sencillo. Pero para quienes vivimos con la mente llena de tormentas, ese primer paso es una batalla titánica. No se trata de falta de capacidades, porque las tengo: conocimientos, valores, cualidades que he cultivado con esfuerzo, virtudes que me han permitido abrirme camino. Tampoco de ausencia de sueños, porque sigo teniendo metas. El problema es que la depresión convierte cada virtud en sombra, cada capacidad en peso, y cada logro en algo insuficiente.
A veces, el mayor triunfo del día es simplemente poner los pies en el suelo, aunque nadie lo vea ni lo reconozca. La sociedad espera que quien tiene preparación y fortalezas pueda con todo. Pero nadie imagina el desgaste que significa luchar contra una mente que constantemente recuerda las heridas, repite los fracasos y multiplica los miedos.
La depresión y los pensamientos oscuros no siempre gritan; muchas veces susurran. Se disfrazan de cansancio, de desgano, de aislamiento. Y es ahí donde el dolor se multiplica: porque mientras por dentro uno se siente agotado, por fuera las personas creen que basta con un consejo rápido o con decir: “échale ganas, eso se pasa”. La familia, muchas veces confundida o cansada, se aleja. Los amigos, que en algún momento parecían incondicionales, desaparecen. Y la soledad se convierte en la única compañía constante.
Santa Teresa entendió algo que hoy resuena con fuerza: la mente es volátil, puede ser aliada o enemiga. Cuando se convierte en enemiga, la lucha contra las adversidades externas se vuelve doblemente dolorosa. Porque no es solo enfrentar un mundo difícil, sino hacerlo con una mente que insiste en recordarte lo que falta, lo que duele y lo que ya no logras sostener.
Y debo decirlo con honestidad: en medio de esa batalla también he pensado en rendirme, en que el suicidio podría ser una salida. Eso nos pasa con esta enfermedad, que a veces nubla tanto el horizonte que cuesta ver más allá del dolor. No lo digo para asustar ni para causar lástima, lo digo porque es una realidad que muchos vivimos en silencio.
Por eso es vital reconocerlo: quienes sufrimos depresión necesitamos ayuda. No basta con buena voluntad, ni con frases de ánimo, ni con consejos apresurados. Necesitamos apoyo real: profesional, humano, espiritual. Necesitamos a alguien que escuche sin juzgar, que acompañe sin huir, que se quede sin exigir explicaciones. Porque detrás de cada vida en silencio hay un universo de posibilidades que merece seguir brillando.
En este día, la reflexión va más allá de estadísticas y campañas. Se trata de reconocer que, detrás de cada sonrisa pública, puede haber un alma cansada. Que en la vida de muchos, incluso de los más exitosos, la “loca de la casa” los lleva a sentirse atrapados, sin salida. Que la soledad, cuando la familia y los amigos se hacen invisibles, es un peso que puede hundir.
Prevenir el suicidio no es solo tarea de médicos o especialistas; es una responsabilidad compartida. Es aprender a mirar con ojos de empatía, a no minimizar los dolores ajenos, a estar presente cuando la tentación de escapar se vuelve insoportable. A veces, lo único que necesita alguien para dar un paso más es sentir que no camina solo.
Hoy, más que nunca, recuerdo que la vida no es un concurso de fortaleza. Todos, incluso los que parecen más firmes, también se quiebran. Yo, que alguna vez sostuve a los demás con palabras, con apoyo, con compañía, sé lo que significa sentir que ya no tengo fuerzas. Y ahí surge la pregunta que me duele y que grito en silencio:
¿Quién sostiene a los que algún día sostuvimos a los demás?
Escribo estas líneas no en busca de lástima, sino desde la verdad que vivo y que muchos viven: la depresión es una realidad que toca afrontar con valentía, con ayuda y con fe en que siempre habrá una luz que nos invite a continuar.